martes, 15 de septiembre de 2009

Recursos para la industria

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Recursos
para la
Industria

La cosa más asombrosa acerca de la industria moderna es que exige mucho y logra poco. La industria moderna parece ser ineficaz en un grado tal que sobrepasa los poderes ordinarios de nuestra imaginación. Su ineficacia, por lo tanto, pasa desapercibida.
Industrialmente hablando, el país más avanzado del mundo contemporáneo es, sin ninguna duda, los Estados Unidos de Norteamérica. Con una población de alrededor de doscientos siete millones, representa el 5,6 por ciento de la humanidad, con sólo alrededor de 23 personas por km.² (en relación a un promedio mundial de 30); situado totalmente dentro de la zona templada del norte, se la considera como una de las más grandes áreas del mundo con es escasa densidad de población. Se ha calculado que si la población total del mundo se pusiera en Estados Unidos, su densidad de población sería aproximadamente igual a la de la Inglaterra de Hoy. Esto podría pensarse que es una comparación bastante “injusta” pero aun tomando el caso del Reino Unido, encontramos que tiene una densidad de población que es más de diez veces la de los Estados Unidos (lo que significa que en los Estados Unidos se podría acomodar más de la mitad de la población del mundo actual antes de tener una densidad igual a la que hoy tiene el Reino Unido), y hay muchas otras naciones industrializadas cuyas densidades son aún más altas. Tomando por caso Europa, excluida la URSS, encontramos que hay una densidad de población de 98 personas por km.², es decir, más de cuatro veces la de los Estados Unidos. No podría decirse, por lo tanto que (hablando en forma relativa) los Estados Unidos estén en desventaja porque tengan demasiada gente en demasiado poco espacio.
Tampoco podría decirse que el territorio de los estados Unidos esté pobremente dotado de recursos naturales. Por el contrario, en toda la historia humana no ha habido ningún territorio que haya sido explorado que tenga recursos más excelentes y preciosos y, a pesar de lo mucho que se ha explotado y arruinado desde entonces, esto sigue siendo verdad hoy día.
Pese a todo, el sistema industrial de los Estados Unidos no puede subsistir sobre la base de recursos internos solamente, y ha tenido que extender sus tentáculos alrededor del mundo para asegurarse la provisión de materias primas. Porque el 5,6 por ciento de la población mundial que vive en los Estados Unidos requiere alrededor del 40 por 100 de los recursos primarios del mundo para mantenerse funcionando. Siempre que se han hecho estimaciones relativas a los próximos diez, veinte o treinta amos, la conclusión ha sido la misma: la constante y siempre creciente dependencia de la economía de los Estados Unidos en materias primas y provisión de combustibles desde el exterior. El Consejo Nacional del Petróleo, por ejemplo calcula que para 1985 los Estados Unidos tendrán que cubrir con importaciones el 57 por 100 del total de sus requerimientos de petróleo, lo que entonces excederá ampliamente el total de las importaciones de petróleo que Europa Occidental y Japón obtienen actualmente del Medio Oriente y África (alrededor de ochocientos millones de toneladas).
Un sistema industrial que usa el 40 por 100 de los recursos primarios del mundo para abastecer a menos del 6 por 100 de la población del mundo podría llamarse eficaz sólo si obtuviese resultados asombrosamente positivos en términos de felicidad, bienestar, cultura, paz y armonía. No necesito detenerme mucho sobre el hecho de que el sistema americano falla en este sentido, o para afirmar que no hay ninguna pequeña perspectiva de que lo pudiera hacer si alcanzase un porcentaje más alto de crecimiento de la producción unido, como es necesario, a una demanda aún más grande de los recursos finitos del mundo. El profesor Walter Heller, ex presidente del Consejo de Expertos Económicos del Presidente de los Estados Unidos, sin ninguna duda refleja la opinión de la mayoría de los economistas modernos cuando expresa:

“Necesitamos expansión para satisfacer las aspiraciones de nuestra nación.
En una economía de rápido crecimiento económico y de pleno empleo, se tienen
mayores posibilidades de liberar recursos públicos y privados para librar la batalla
contra la contaminación de la tierra, el aire, el agua y el ruido que las que se
tendrían en una economía de crecimiento lento.”

“No se puede concebir -dice- una economía próspera sin crecimiento.” Pero si la economía de los Estados Unidos no se puede concebir como un sistema próspero sin apelar al crecimiento rápido, y si tal crecimiento depende del hecho de ser capaz de obtener recursos siempre crecientes del resto del mundo, ¿qué pasa con el 94,4 por 100 de la humanidad que ha sido dejada “atrás” por los Estados Unidos?
Si una economía de rápido crecimiento es necesaria para librar la batalla en contra de la contaminación, que por su parte aparece como resultado del crecimiento rápido, ¿qué esperanza hay de poder romper este círculo tan fuera e lo común? De cualquier modo, debemos preguntarnos si los recursos de la tierra son adecuados para el ulterior desarrollo de un sistema industrial que consume tanto y logra tan poco.
Más y más voces se hacen oír hoy en el sentido de que esos recursos no son adecuados. Tal vez la más prominente entre todas esas voces es la de un grupo de estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts que elaboró un informe titulado The Límits of Growth (Los Límites del Crecimiento), para un proyecto que el club de Roma organizó en relación con los logros de la humanidad. El informe contiene, entre otros materiales, un cuadro muy interesante que muestra las reservas globales conocidas, el número de años que esas reservas globales se piensa que han de durar de acuerdo con los ritmos de consumo actuales, el número de años que las reservas globales conocidas durarán con el consumo continuamente creciente en forma exponencial y el número de años en que podrían hacer frente al consumo creciente si fuera cinco veces más grande de lo que se sabe que son. Todo esto en relación a diecinueve recursos naturales no renovables d vital importancia para las sociedades industriales. De particular interés es la última columna de la tabla que nos muestra “el consumo de los Estados Unidos como porcentaje del total mundial”. Las cifras son como siguen:
Aluminio 42% Molibdeno 40%
Cromo 19% Gas Natural 63%
Carbón 44% Níquel 38%
Cobalto 32% Petróleo 33%
Cobre 33% Grupo de Platino 31%
Hierro 28% Plata 26%
Oro 26% Estaño 24%
Plomo 25% Tungsteno 22%
Manganeso 14% Zinc 26%
Mercurio 24%

Solamente uno o dos de estos productos se producen en los Estados Unidos en cantidad suficiente para cubrir el consumo interno. Habiendo calculado, bajo ciertas hipótesis, cuándo se agotará cada uno de estos productos, los autores formulan su conclusión genera, prudentemente, como sigue:
“Teniendo en cuenta los actuales porcentajes de consumo de los recursos
y el incremento previsto de esos porcentajes, la gran mayoría de los recursos
importantes no renovables serán extremadamente costosos dentro de cien años.”

En realidad, no creen que quede mucho tiempo para que la industria moderna. “Que depende grandemente de una red de acuerdos internacionales con los países productores para la provisión de materias primas”, tenga que enfrentarse con crisis de proporciones desconocidas.
“Unida al difícil problema económico del destino de los distintos sectores
industriales, a medida que los recursos se conviertan en prohibitivamente
costosos, está la imponderable cuestión política de las relaciones entre las
naciones productoras y consumidoras conforme los recursos que quedan se
concentran en áreas geográficas más limitadas. Las recientes nacionalizaciones de
minas en Sudamérica y las presiones para incrementar los precios del petróleo en
el Medio Oriente sugieren que la cuestión política puede aparecer antes de que lo
haga la económica.”

Tal vez fue útil, pero no esencial, que el equipo del MIT hiciera tantos cálculos hipotéticos. Al final, las conclusiones del grupo se derivan de sus hipótesis y no exige más que un simple acto de sentido común el darse cuenta de que el crecimiento infinito del consumo material en un mundo finito es una imposibilidad. Tampoco se requiere el estudio de un gran número de productos, tendencias, métodos de recuperación, dinámica de sistemas, etc., para arribar a la conclusión de que el tiempo es corto. Quizá es justificable emplear una computadora para obtener los mismos resultados que cualquier persona inteligente podría haber alcanzado con la ayuda de unas cuantas operaciones aritméticas hechas en el reverso de un sobre, porque el mundo moderno cree en las computadoras y en las masas de datos y aborrece la simplicidad. Pero siempre es peligroso y generalmente conduce al fracaso el tratar de expulsar a los demonios con Belzebú, el príncipe de los demonios.
El sistema industrial moderno no está gravemente amenazado por la posible escasez y los altos precios de la mayoría de los materiales a los que el grupo de trabajo del MIT dedica tanta atención. ¿Quién podría decir la cantidad de estos productos que hay en la corteza de la tierra, cuánto se podrá extraer por medio de métodos cada vez más ingeniosos antes de que tenga sentido hablar de una extinción global, cuánto se podrá obtener de los océanos y cuánto podría ser reciclado? Es bien cierto que la necesidad es la madre de la invención y ésta, maravillosamente apoyada por la ciencia moderna, es muy difícil que sea derrotada en estos frentes.
Hubiera sido mejor para profundizar el conocimiento si el equipo del MIT hubiera limitado su análisis a un solo factor material, la disponibilidad del cual es la precondición para la existencia de todos los otros y que no puede ser reciclado: la energía.
Mientras haya energía primaria suficiente (a precios tolerables) no hay ninguna razón para creer que las dificultades en relación con cualquiera otra materia prima no pueden ser disipadas o eludidas. Por otro lado, una escasez de energía primaria significaría que la demanda de la mayoría de los otros productos primarias sería tan mínima que sería muy difícil que surgiera un problema de escasez en relación con ellos.
A pesar de que estos hechos básicos son perfectamente obvios, todavía no se los aprecia suficientemente. Todavía hay una tendencia, alimentada por la orientación excesivamente cuantitativa de la economía moderna, a tratar el problema de la provisión de energía como si fuera un problema más entre muchos otros (tal como lo hizo el grupo del MIT). La orientación cuantitativa está tan desprovista de conocimiento cualitativo que aún la calidad de los “órdenes de magnitud” deja de ser apreciada. Y esto, en realidad, es una de las causas principales de la falta de realismo con el cual las perspectivas de la provisión de energía para la moderna sociedad industrial se discuten generalmente. Se ha dicho, por ejemplo, que “el carbón está en camino de extinción y que será reemplazado por el petróleo”, y cuando se hace notar el hecho de que esto significaría la rápida extinción de todas las reservas de petróleo, sean la conocidas o las por conocer (todavía no descubiertas), se asegura suavemente que “estamos entrando en la era nuclear”, así que no hay necesidad de preocuparse por nada y menos aún por la conservación de combustibles fósiles. Son innumerables los estudios realizados por expertos, comité científicos y organismos gubernamentales, que intentan demostrar, con una gran cantidad de sutiles cálculos, que la demanda de carbón de Europa Occidental está disminuyendo y lo seguirá haciendo tan rápidamente que el único problema que queda es cómo deshacerse de los mineros del carbón con suficiente rapidez. En lugar de mirar a la situación total, que ha sido y es todavía altamente predecible, los autores de estos estudios miran casi invariablemente a las innumerables partes constituyentes de la situación total, ninguna de las cuales es predecible en forma separada, ya que las partes no puede ser comprendidas a menos que el todo sea comprendido.
Para dar un sólo ejemplo, un estudio elaborado por la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, llevado a cabo en 1960/61, dio precisas respuestas cuantitativas a prácticamente todo tipo de preguntas que cualquier personas humana hubiera deseado hacer acerca del combustible y la energía en los países del Mercado Común hasta 1975. Tuve ocasión de comentar el informe poco después de su publicación y podría no estar fuera de lugar citar algunos pasaje de mi comentario (1).

“Puede parecer asombroso el hecho de que alguien pueda estar en
condiciones de predecir el desarrollo de la productividad y de los salarios de los
mineros en su propio país con 15 años de anticipación; es aún más asombroso
encontrar a la misma persona anticipando los precios y el flete transatlántico del
carbón americano. Una cierta clase de carbón de Estados Unidos, se nos dice,
costará “alrededor de 14,50 dólares por tonelada” en el Mar del Norte en 1970 y
“un poco más” en 1975. “Cerca de 14,50, dice el informe, debería tomarse como
“un valor entre 13,75 y 15,25 dólares”, con un margen de incertidumbre de 1,50
dólar, es decir, más o menos el 5 por ciento”.

(En realidad, el precio c.i.f. -coste, seguro, flete; es decir, precio de entrega- del carbón de los Estados Unidos en los puertos europeos alcanzó los 24-25 dólares por tonelada para los nuevos contratos firmados en octubre de 1970.)

“Similarmente, el precio del petróleo combustible será del orden de 17 a
19 dólares por tonelada, mientras que estimaciones de varias clases se han hecho
para el gas natural y la energía nuclear. Estando en posesión de estos “datos
concretos” (y de muchos otros), los autores encontraron que era bastante fácil
calcular qué cantidad de la producción de carbón de la Comunidad será
competitiva en 1970 y la respuesta es “cerca de 125 millones, es decir, poco más
de la mitad de la presente producción”.
“Hoy está de moda suponer que cualquier cifra acerca del futuro es mejor
que nada. Para elaborar cifras acerca de lo desconocido, el método corriente es
hacer una conjetura acerca de una cosa, hacer una “suposición” y de ella obtener
una estimación por medio de un cálculo sofisticado. Dicha estimación se presenta
como el resultado de un razonamiento científico, algo muy superior a un mero
producto de la imaginación. Esta es una práctica perniciosa que sólo puede
conducir a los más colosales errores de planificación porque ofrece una
respuesta falaz donde, en realidad, lo que se necesita es una estimación
empresarial.
“El estudio analizado emplea una gran número de suposiciones arbitrarias
que son colocadas dentro de una máquina calculadora para producir un resultado
“científico”. Hubiera sido más barato y ciertamente más honesto, suponer el
resultado.”

De hecho, la “práctica perniciosa” maximizó los errores de planificación; la capacidad de la industria del carbón de Europa Occidental fue virtualmente limitada a la mitad de su tamaño original, no sólo en la Comunidad, sino en Gran Bretaña también. Entre 1960 y 1970 la dependencia de las importaciones de combustible de la Comunidad Europea creció desde un 30 por ciento a más de un 60 por ciento y la del Reino Unido de un 25 por ciento a un 40 por ciento. A pesar de que era perfectamente posible predecir la situación que habría de alcanzar en la década de los setenta, los gobiernos de la Europa Occidental, apoyados por la gran mayoría de los economistas, deliberadamente destruyeron aproximadamente la mitad de la industria del carbón, como si el carbón fuera nada mas que uno de los innumerables productos del mercado que se produce en tanto en cuanto sea rentable el hacerlo y se elimina tan pronto como la producción cesa de serlos. La pregunta de qué es lo que habría de ocupar el lugar de los suministros internos d carbón a largo plazo se contestó con las aseveraciones de que habría abundante provisión de otros combustibles a bajo precio “para un futuro previsible”, estando tales seguridades basadas sólo en una expresión de deseos.
No es que haya habido (o que lo haya ahora) una falta de información o que los que hacen las políticas ignoraran de alguna manera hechos importantes. No, hubo un conocimiento perfectamente adecuado de la situación imperante y también hubo estimaciones perfectamente razonables y realistas acerca de las tendencias futuras. Pero los políticos no fueron capaces de sacar las conclusiones correctas de aquello que sabían que era verdad . los razonamientos de aquellos que señalaban la posibilidad de que hubiese períodos de escasez en un futuro predecible no fueron considerados y rechazados por argumentos contrarios, sino simplemente eludidos o ignorados. No requiere una gran dosis de conocimiento el comprender que independientemente del futuro a largo plazo de la energía nuclear, el destino de la industria mundial durante el resto de este siglo estaría determinado principalmente por el petróleo. ¿Qué podría decirse acerca de las perspectivas del petróleo hace una década? Cito a continuación una conferencia dada en abril de 1961.

“Decir algo acerca de las perspectivas a largo plazo de la disponibilidad
de petróleo crudo es algo odiosos debido a que hace 30 ó cincuenta años se podía
haber predicho que la provisión de petróleo se reduciría muy pronto y en realidad
no ha sido así. Un sorprendente número de gente parece imaginar que por el
hecho de mencionar predicciones erróneas hechas hace mucho tiempo, han
establecido de alguna manera que el petróleo jamás disminuiría sin importa el
rápido crecimiento anual de su explotación. En relación a las futuras provisiones
de petróleo, al igual que con la energía atómica, mucha gente se las arregla para
asumir una posición de un optimismo ilimitado, bastante impermeable a la razón.
“Prefiero basarme sobre la información que proviene de los propios
productores de petróleo. Estos no dicen que la producción de petróleo ha de
disminuir dentro de muy poco tiempo, todo lo contrario, dicen que hay todavía
mucho petróleo, más aún que el que se ha encontrado hasta la fecha y las reservas
mundiales de petróleo, recobrables a un coste razonable, bien pueden llegar a ser
del orden de los 200.000 millones d toneladas, lo que representan alrededor d
200 veces la producción anual actual. Sabemos bien que las llamadas reservas de
petróleo “probadas” representan actualmente alrededor de 40.000 millones de
toneladas y ciertamente no hemos de caer en el error elemental de pensar que éste
es todo el petróleo que posiblemente exista. No, nos alegra creer que la casi
inimaginable cantidad de otros 160.000 millones de toneladas de petróleo será
descubiertos durante las próximas décadas. ¿Por qué casi inimaginables? Porque,
por ejemplo, el reciente descubrimiento de depósitos inmensos de petróleo en el
Sahara (lo que ha inducido a mucha gente a pensar que las prospecciones futuras
de petróleo se han cambiado a esa zona) difícilmente afectaría a esta cifra de
forma sustancial. La presente opinión de los expertos parece expresar que los
pozos de petróleo del Sahara pueden llegar a producir unos 1.000 millones de
toneladas. Esta es una cifra impresionante cuando la consideramos en relación
con la demanda anual de petróleo de Francia, pero es bastante insignificante
como una contribución a los 160.000 millones de toneladas que suponemos serán
descubiertas en el futuro inmediato. Esa es la razón por la cual dije “casi
inimaginable”, porque 160 descubrimientos similares al del petróleo del Sahara
son bastante difíciles de imaginar. De cualquier manera, supongamos que pueden
hacerse y que se harán.
“Parece, por lo tanto, que las reservas comprobadas de petróleo debieran
ser suficiente para los próximos cuarenta años y el total de las reservas de petróleo para 200 años (de acuerdo con el presente ritmo de consumo).
Lamentablemente, sin embargo, el ritmo de consumo no es estable y tiene una
larga historia de crecimiento a una tasa de 6 ó 7 por ciento anual. Es evidente que
si este crecimiento se detuviese ahora no habría ningún riesgo de que el petróleo
desplazase al carbón; pero todo el mundo parece estar confiado en que el
crecimiento del petróleo (estamos hablando a una escala mundial) continuará en
la proporción establecida. La industrialización se extiende por todo el mundo y
está siendo llevada adelante principalmente por el poder del petróleo. ¿Alguien
supone que este proceso cesaría de pronto? De lo contrario, merecería la pena
considerar, desde un punto de vista puramente aritmético, por cuánto tiempo
podrá continuar.
“Lo que propongo hacer ahora no es una predicción, sino simplemente un
cálculo exploratorio o, como dicen los ingenieros, un estudio de viabilidad. Una
tasa de crecimiento del 7 por ciento significa doblar el consumo en 10 años. En
1970, por lo tanto, el consumo de petróleo mundial podría ser del orden de los
2.000 millones de toneladas por año. (De hecho, ascendió a 2.273 millones de
toneladas). La cifra de lo producido durante la década sería alrededor de 15.000
millones de toneladas. Para mantener las reservas probadas, que ahora son
40.000 millones de toneladas , los hallazgos durante la década deberían llegar a
15.000 millones de toneladas. Las reservas comprobadas, que ahora son 40 veces
la producción anual, serían entonces de sólo 20 veces, mientras que la producción
anual se habría duplicado. No habría nada absurdo o imposible en tal desarrollo.
Diez años, sin embargo, es un tiempo muy breve cuando se está tratando con
problemas de abastecimiento de combustibles. Por ello, observemos los siguiente
10 años, que nos conducen a 1980. Si el consumo de petróleo continuara
creciendo a una tasa de aproximadamente 7 por ciento anual, se elevaría a cerca
de 4.000 millones de toneladas anuales en 1980. La producción total durante esta
segunda década sería de casi 30.000 millones de toneladas. Si la “vida” de las
reservas comprobadas debiese mantenerse en 20 años -poca gente hace grandes
inversiones sin echar una mirada sobre los próximos 20 años por lo menos-, no
sería suficiente reemplazar la producción de 30.000 millones de toneladas, sería
necesario terminar con reservas comprobadas de 80.000 millones de toneladas
(20 veces 4.000). los nuevos descubrimientos durante la segunda década habrían
entonces de llegar a no menos de 70.000 millones de toneladas. Tal cifra ya
parece bastante fantástica. Pero es más, en esa época nosotros habremos usado
alrededor de 45.000 millones de toneladas de los 200.000 millones de toneladas
originales. Los restantes 155.000 millones de toneladas, descubiertos y no
descubiertos, permitirían la continuación de la proporción de consumo de 1980
por menos de 40 años. No es necesario ninguna otra demostración de aritmética
para hacernos comprender que una continuación del crecimiento rápido más allá
de 1980 sería entonces virtualmente imposible.
“Este es el resultado de nuestro “estudio de viabilidad”: si hay algo de
verdad en las estimaciones de las reservas totales de petróleo que han sido
publicadas por los expertos geólogos, no puede haber ninguna duda de que la
industria del petróleo será capaz de sostener su porcentaje de crecimiento por
otros 10 años, pero hay considerables dudas con respecto a la posibilidad de
hacer lo mismo durante 20 años y existe la casi certeza de que no será posible
continuar con un rápido crecimiento después de 1980. En ese año, o aún mejor,
alrededor de esa época, el consumo de petróleo mundial sería más grande que
nunca y las reservas probadas de petróleo, en cantidades absolutas, también
serían las más altas. No se hace ninguna sugerencia en el sentido de que el mundo
habría alcanzado el fin de sus reservas de petróleo, pero sí habría alcanzado el
fin del crecimiento del petróleo. Como un asunto interesante, podría agregar que
este mismo punto parece haberse alcanzado en los Estados Unidos con relación al
gas natural. Ha alcanzado su punto más alto de todos los tiempos, pero la
relación entre la producción actual y las reservas existentes es tal que ahora
puede ser imposible que siga creciendo.
“En lo que respecta a Gran Bretaña, un país altamente industrializado con
un alto porcentaje de consumo de petróleo pero sin provisión interna, la crisis del
petróleo sobrevendrá no cuando todo el petróleo del mundo se haya terminado
sino cuando la provisión de petróleo mundial deje de expandirse. Si este punto se alcanza tal como nuestros cálculos exploratorios sugieren, dentro de uno 20 años,
cuando al industrialización se haya expandido por todo el globo y los países en
desarrollo hayan satisfecho en parte su apetito por un nivel de vida más alto a
pesar de que todavía se encuentren en una pobreza acuciante, ¿cuál podría ser el
resultado sino una intensa lucha por la provisión de petróleo, inclusive una lucha
violenta, en la que cualquier nación con grandes necesidades y producción interna
insignificante se encontrará a sí misma en una situación muy débil?
“Se puede elaborar el cálculo exploratorio si así se desea variando las
suposiciones básicas hasta en un 50 por ciento: encontraremos que los resultados
no llegan a ser significativamente diferentes. Si se quiere ser muy optimista,
puede encontrarse que el punto máximo de crecimiento podría no llegar a
alcanzarse para 1980 sino unos cuantos años más tarde. ¿Qué importa? Nosotros
o nuestros hijos seremos sólo un par de años más viejos”
“Todo esto significa que el Consejo Nacional del Carbón tiene ante sí una
tarea y una responsabilidad sin parangón: ser los cuidadores de las reservas de
carbón de la nación, estar en condiciones de proveer todo el carbón que se necesite cuando sobrevenga la crisis mundial del petróleo. Esto no sería posible
si se le permitiera a la industria o a una parte sustancial de la industria, el ser
liquidada debido a la presente superabundancia y bajo precio del petróleo, una
superabundancia que se debe a toda clase de causas temporales...
“¿Cuál será entonces la situación del carbón en, digamos, 1980? Todos
los indicios son que la demanda de carbón de este país será aún mayor que la que
existe hoy. Habrá todavía mucho petróleo, pero no necesariamente lo suficiente
para satisfacer todas las demandas. Puede haber una crisis mundial debida al
petróleo que se manifestará posiblemente en el reajuste de los precios del
petróleo. Todos debemos esperar que el Consejo Nacional del Carbón estará en
condiciones de conducir a la industria en forma segura a través de los años
dificultosos que quedan por delante, manteniendo tan bien como sea posible su
poder de producir eficientemente algo así como 200 millones de toneladas de
carbón. Aunque a veces puede parecer que utilizar menos carbón y más petróleo
importado fuera más barato, más conveniente para cierto número de usuarios o
para toda la economía, es la perspectiva a largo plazo la que debe dictar la
política nacional de combustible. Y esta perspectiva a largo plazo debe verse
junto con otras magnitudes como el crecimiento de la población y la
industrialización. Las previsiones dicen que para la década de 1980 tendremos
una población mundial por lo menos un tercio más grande de lo que es ahora y un
nivel de producción industrial mundial por lo menos igual a 2,5 veces el actual,
con una duplicación del uso de combustible. Para permitir que el total del
consumo de combustible se duplique será necesario incrementar el petróleo 4
veces, duplicar la energía hidroeléctrica, mantener la producción de gas natural
en por lo menos el presente nivel, obtener una contribución sustancial de energía
nuclear (todavía modesta) y obtener aproximadamente un 20 por ciento más de
carbón. Sin ninguna duda, muchas cosas sucederán durante los próximos 20 años
que nosotros no podemos predecir ahora. Algunas pueden incrementar la
necesidad de carbón y otras pueden disminuirla. La decisión política no puede
estar basada ni en lo imprevisto ni en lo imprevisible. Si basamos las políticas
presentes sobre lo que podemos prever actualmente, será una política de
conservación para la industria del carbón, no de liquidación...”

Esta advertencia y muchas otras expresadas a lo largo de los años 60, no sólo no fueron tomadas en cuenta sino que fueron tratadas con desprecio y soberbia, hasta el temor general por la provisión de combustibles en 1970. Todo nuevo descubrimiento de petróleo o de gas natural, sea en el Sahara, en Holanda, en el Mar del Norte o en Alaska fue saludado como un suceso importante que “cambiaba fundamentalmente todas las perspectivas futuras”, como si el tipo de análisis hecho anteriormente no hubiese ya supuesto que cada año se producirían nuevos y enormes descubrimientos. La crítica principal que puede hacerse hoy del cálculo exploratorio de 1961 es que todas la cifras están algo subestimadas. Los hechos se han precipitado aún más rápido de lo que yo esperaba 10 ó 12 años atrás.
Aunque hoy, los adivinos están todavía trabajando y sugiriendo que no hay ningún problema. Durante los 60, fueron las compañías petroleras las principales dispensadoras de optimistas seguridades, a pesar de que sus cifras no probaban nada. Ahora, cuando la mitad de la capacidad y mucho más de la mitad de las reservas disponibles de las industrias del carbón de la Europa Occidental han sido destruidas, han cambiado el tono. Se acostumbraba a decir que la OPEP (Organización de los Países Exportadores de Petróleo) nunca llegaría a representar nada porque los árabes no se pondrían de acuerdo los unos con los otros, sin considerar sus relaciones con los países no árabes. Hoy es evidente que la OPEP es el más grande cartel que el mundo jamás haya visto. Se solía decir que los países exportadores de petróleo dependían de los países importadores de petróleo de la misma manera que los últimos dependían de los primeros. Hoy es claro que esto se basa nada más que en una expresión de buenos deseos, porque la necesidad de los consumidores de petróleo están grande y su demanda tan rígida que los países exportadores de petróleo, actuando al unísono, pueden en realidad incrementar sus ingresos por el simple mecanismo de disminuir su producción. Todavía hay gente que dice que si los precios del petróleo se elevaran demasiado (cualquiera que sea el significado de esto) el petróleo se colocaría automáticamente fuera del mercado, pero es algo perfectamente obvio que no hay actualmente ningún sustituto del petróleo que pueda tomar su lugar en una escala cuantitativa de real importancia, de modo que el petróleo no puede colocarse a un precio que lo elimine del mercado.
Los países productores e petróleo, mientras tanto, están avanzando a comprender que el dinero solamente no puede construir nuevas fuentes de vida para sus poblaciones. Para construirlas necesitan, además de dinero, inmensos esfuerzos y una gran disponibilidad d tiempo. El petróleo es un “capital de desgaste” y cuanto más rápido se lo permite gastar, más corto es el tiempo disponible para el desarrollo de una nueva base de existencia económica. Las conclusiones son obvias: el interés real a largo plazo para ambos, los países exportadores y los países importadores de petróleo, exige que la “vida útil” del petróleo se prolongue tanto como sea posible. Los primeros necesitan tiempo para desarrollar fuentes alternativas de vida, y los últimos lo necesitan para ajustar sus economías dependientes del petróleo a una situación que ha de surgir dentro de las expectativas de vida de la mayoría de la gente que hoy está viva, cuando el petróleo sea más escaso y mucho más caro. El peligro mayor para ambos es la continuación de un rápido crecimiento de la producción y el consumo del petróleo en todo el mundo. Los desarrollos catastróficos en el frente petrolero podrían ser evitados sólo si la armonía básica de los intereses a largo plazo de ambos grupos de naciones viniera a ser algo totalmente real y una acción concentrada se llevara a cabo para estabilizar y reducir gradualmente el flujo anual de consumo de petróleo.
En lo que respecta a los países importadores de petróleo el problema es obviamente más serio para la Europa Occidental y el Japón. Estas dos áreas están en peligro de convertirse en los “herederos residuales” de las importaciones de petróleo. No hacen falta estudios realizados por computadoras para probar la realidad de este hecho. Hasta hace muy poco, Europa Occidental vivía en la confortable ilusión de que “estamos entrando en la era de la energía ilimitada y barata” y científicos famosos, entre otros, alimentaban esa idea cuando opinaban que en el futuro “la energía vendría a ser como un producto en el mercado”. El Documento Blanco Británico sobre la política de combustibles, editado en noviembre de 1967, decía que:

“El descubrimiento de gas natural en el Mar del Norte es un
acontecimiento importante en la evolución de las disponibilidades de energía en
Gran Bretaña. Sigue muy de cerca a la madurez de la energía nuclear como
fuente de energía potencialmente importante. Estos dos desarrollos juntos
conducirán a cambios fundamentales en el modelo de la demanda y oferta de energía en los próximos años.”

Cinco años más tarde, sólo hay que decir que Gran Bretaña es más dependiente de las importaciones de petróleo que nunca. Un informe presentado a la Secretaría de Estado del Medio Ambiente en febrero de 1972, comienza su capítulo sobre energía con las siguientes palabras:

“Existe una preocupación de fondo revelada por las pruebas que se nos
han remitido respecto al futuro de las fuentes de energía, no sólo para este país sino también para el mundo en su totalidad. Las opiniones varían acerca del
tiempo que ha de pasar antes de que los combustibles fósiles desaparezcan, pero
se reconoce en forma creciente que la vida de los mismos es limitada y que se
impone encontrar alternativas satisfactorias. Las tremendas necesidades
incipientes de los países en desarrollo, los incrementos de población, la
proporción en que algunas fuentes de energía están siendo usadas sin ninguna
aparente precaución en cuanto a sus consecuencias, la creencia de que los futuros
recursos se obtendrán a un costo económico siempre creciente y los riesgos que
la energía nuclear puede traer consigo, son todos factores que contribuyen a una
creciente preocupación.”

Es una pena que la “creciente preocupación” no fuera evidente en los años 60, durante los cuales cerca de la mitad de la industria británica del carbón fue abandonada por “antieconómica” (y una vez abandonada, virtualmente perdida para siempre) y es realmente asombroso que, a pesar de “la creciente preocupación”, haya una constante presión que proviene de las altas esferas de influencias en el sentido de que debe continuarse con la clausura de las minas por razones “económicas”

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